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Buscando la llave
Muy tarde por la noche Nasrudin se encuentra dando vueltas alrededor de una farola, mirando hacia abajo. Pasa por allí un vecino.
- ¿Qué estás haciendo Nasrudín, has perdido alguna cosa?- le pregunta.
- Sí, estoy buscando mi llave.
El vecino se queda con él para ayudarle a buscar. Después de un rato, pasa una vecina.
-¿Qué estáis haciendo? - les pregunta.
- Estamos buscando la llave de Nasrudín.
Ella también quiere ayudarlos y se pone a buscar.
Luego, otro vecino se une a ellos. Juntos buscan y buscan y buscan. Habiendo buscado durante un largo rato acaban por cansarse. Un vecino pregunta:
- Nasrudín, hemos buscado tu llave durante mucho tiempo, ¿estás seguro de haberla perdido en este lugar?
- No, dice Nasrudín
- ¿dónde la perdiste, pues?
- Allí, en mi casa.
- Entonces, ¿por qué la estamos buscando aquí?
- Pues porque aquí hay más luz y mi casa está muy oscura.
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Un vecino de Nasrudín fue a visitarlo.
Mulá, necesito que me preste su burro.
- 'Lo lamento -dijo el Mulá-, pero ya lo he prestado.'
No bien terminó de hablar, el burro rebuznó. El sonido provenía del establo de Nasrudín.
- 'Pero, Mulá, puedo oír al burro que rebuzna ahí dentro.'
Mientras le cerraba la puerta en la cara, Nasrudín replicó con dignidad: 'Un hombre que cree en la palabra de un burro más que en la mía no merece que le preste nada'.
¡Soy yo, si Dios quiere!
Una tarde, Mulla Nasrudin le dijo a su esposa:
-Si mañana llueve, iré al bosque a recoger leña. Si no llueve, iré a arar nuestro terreno…
-¡Di si Dios quiere!, como un buen creyente!, le aconsejó su mujer.
-¿Para qué?, respondió con rebeldía Nasrudin. ¡Que llueva o no llueva, ya tengo algo que hacer!
Al día siguiente salió un sol esplendoroso. Mulla se preparó para arar su campo. En el camino hacia su trabajo se topó con un grupo de soldados.
-¡Eh, tío!, le gritaron. ¿Por dónde debemos ir para llegar a tal aldea?
-No recuerdo por dónde… respondió Nasrudin, no queriendo perder tiempo explicando tal cosa.
-Bueno, veamos si esto te refresca la memoria, le dijeron los soldados, y comenzaron a vapulearlo con sus bastones.
-¡Ahora recuerdo!, gritó Nasrudin.
-Entonces, guíanos hasta allá… le ordenaron los soldados.
Mientras caminaban comenzó a llover; y horas más tarde, cuando dejó a los soldados en la aldea que buscaban, Nasrudin emprendió el camino de regreso, empapado, agotado, con los pies doloridos. Muy tarde en la noche, casi al alba, llegó medio arrastrándose hasta la puerta de su hogar: Golpeó en la puerta, que estaba trancada.
-¿Quién es?, gritó desde adentro su mujer:
Le respondió Mulla Nasrudin, al borde de las lágrimas:
-¡Soy yo, si Dios quiere!
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Nasrudín calentaba miel en el fuego, cuando un amigo llegó a visitarlo. La miel comenzó a hervir y Nasrudín le pasó una taza para que bebiera un poco. Estaba tan caliente, que el amigo se quemó.
-“¡Haz algo!”, exclamó el visitante.
Entonces Nasrudín tomó un abanico y lo agitó por encima de la olla con el propósito de enfriar la miel”.
La causa del sufrimiento está dentro. El exterior, lo único que hace es activarla. Cuando algo duele, pretendemos cambiar las cosas fuera. Cambiar de trabajo, cambiar de pareja, cambiar de ciudad, es decir, queremos enfriar la olla cuando la verdadera solución es enfriar nuestro interior. Y la manera de hacerlo, es encontrar la causa del sufrimiento en uno mismo.
HACIENDO LAS MISMAS COSAS OBTENDRÁS LOS MISMOS RESULTADOS
Nasrudin amaba a una mujer que vivía en el otro extremo del desierto, así que decidió tomar un camello y dirigirse al encuentro de su amada. Partió al medio día, pero al atardecer se dio cuenta que el camello había dado una vuelta en círculo y había regresado al oasis donde él estaba. Así que decidió volver a intentarlo por la noche, porque tal vez –pensó- el camello no quería viajar al calor del medio día. Al llegar la noche emprendió nuevamente el viaje, pero al despuntar el alba, vio para su asombro que el camello había regresado nuevamente al oasis. Así que reflexionó: “evidentemente la amada del camello está en este oasis”. Así que abandonó su camello, se puso unos zapatos y encaró el desierto, porque para ir al encuentro de la Amada hay algo que dejar, una decisión que tomar y un camino que iniciar.
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Cierta mañana, Nasrudin envolvió un huevo en un pañuelo, se fue al centro de la plaza de su ciudad y llamó a los que pasaban por allí: -¡Hoy tendremos un importante concurso! - dijo- ¡quien descubra lo que está envuelto en este pañuelo recibirá de regalo el huevo que está adentro!.
Las personas se miraron, intrigadas. Nasrudin insistió:
- Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe fácilmente. Es un símbolo de fertilidad y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos. Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido?.
Todos los habitantes pensaban que Nasrudin tenía en sus manos un huevo, pero la respuesta era tan obvia que nadie quiso pasar verguenza delante de los otros.
Nasrudin preguntó dos veces más y nadie se arriesgó a decir algo impropio.
Entonces, abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo.
- Todos vosotros sabíais la respuesta - afirmó - y nadie osó traducirla en palabras. Así es la vida de aquellos que no tienen el valor de arriesgarse: las soluciones nos son dadas generosamente, pero estas personas siempre buscan explicaciones más complicadas, y terminan no haciendo nada.
Sólo una cosa convierte en imposible un sueño:
el miedo a fracasar.
Encuentro con el león
Nasrudín estaba contando una historia a sus discípulos y de repente comenzó a llover. Uno que pasaba por allí, para protegerse, se guareció bajo el cobertizo donde Nasrudín estaba hablando. Esperaba solamente a que despejara, pero no pudo evitar el escuchar lo que se decía. Nasrudín estaba narrando historias increíbles. En muchas ocasiones, el hombre encontró casi imposible el resistir la tentación de interrumpir, tantos eran los absurdos que se estaban diciendo. Pero lo pensó una y otra vez y se dijo a sí mismo:-No es asunto mío. Estoy aquí debido a la lluvia y tan pronto como se pare, me iré. No tengo porqué inmiscuirme. Nasrudín estaba diciendo:-Una vez, cuando era joven, viajaba por las selvas de África, el continente misterioso. De repente, un león apareció a unos cinco metros de mí. Yo no tenía ni armas ni protección, estaba sólo en la selva. El león me mirabafijamente y comenzó a dirigirse hacia mí. Los discípulos estaban ya muy excitados. Nasrudín se detuvo por un instante y miró sus rostros. Un discípulo le dijo:-No nos tengas en vilo, ¿qué ocurrió? Otro discípulo dijo:-No te demores -, dinos qué sucedió. Nasrudín dijo:.-Es muy sencillo, muy lógico, descúbranlo por ustedes mismos. El león se abalanzó sobre mí, me mató y me devoró. En ese momento, el forastero no se pudo contener.-¿Está usted diciendo que el león lo mató, se lo comió, y usted está todavía aquí vivo? Nasrudín miró directamente al hombre y le dijo:
¿Acaso le llamas tú a esto estar vivo?
Nasrudín y el miedo
Nasrudín estaba caminando por un camino solitario una noche a la luz de la luna cuando escuchó un ronquido, en algún lugar, que parecía estar abajo suyo. De repente, le dio miedo y estaba a punto de salir corriendo cuando tropezó con un derviche acostado en una celda que se había excavado para él, en una parte subterránea--¿Quién eres? -preguntó al sabio.- Soy un derviche, y este es mi lugar de contemplación.-Vas a tener que dejarme compartirlo. Tu ronquido me asustó demasiado y no puedo seguir adelante esta noche.- Toma la otra punta de esta manta -dijo el derviche sin entusiasmo- y acuéstate aquí. Por favor, permanece en silencio, porque estoy manteniendo una vigilia. Es una parte de una complicada serie de ejercicios. Mañana tengo que cambiar la rutina y no puedo soportar la interrupción. Nasrudín se durmió por un buen rato. Luego se despertó, muy sediento.-Tengo sed -le dijo al derviche.-Entonces, vuelve por el camino, donde hay un arroyo.-No, todavía tengo miedo.-Entonces, tengo que ir yo en tu lugar -dijo el derviche-, después de todo,proveer agua es una obligación sagrada.-No, no vayas, voy a tener miedo si me quedo solo.-Toma este cuchillo para defenderte -dijo el derviche. Cuando Nasrudín se quedó solo se asustó todavía más, cayendo en una ansiedad que trató de contrarrestar imaginándose cómo atacaría a cualquier demonio que lo amenazara. En ese momento volvió el derviche.-Mantén tu distancia o te mato -dijo Nasrudín.-Pero soy el derviche -dijo el hombre.-No me importa quién eres, puedes ser un demonio disfrazado.-¡Pero vine a traerte agua! No te acuerdas, tenías sed.-¡No trates de congraciarte conmigo, demonio!-Pero esa es mi celda, la que estás ocupando.-Mala suerte para ti, ¿no es así? Vas a tener que encontrarte otra.-Supongo que sí -dijo el derviche-, pero estoy seguro de que no sé qué pensar de todo esto.-Te puedo decir una cosa -dijo Nasrudín-, el miedo es multidireccional.-Ciertamente parece ser más fuerte que la sed, o la salud, o la propiedad ajena -dijo el derviche.-Y no tienes que tenerlo tú mismo para sufrir por su causa -dijo Nasrudín.
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Una tarde Nasrudin riñó con su esposa y le gritó con tanta animosidad que ésta huyó a buscar refugio en una casa vecina. El Mulá la siguió.
Ocurrió que en aquella casa se estaba celebrando una fiesta de esponsales y tanto el anfitrión como los invitados hicieron lo posible para calmar a Nasrudin, compitiendo todos para que la pareja se reconciliara, comiera y disfrutara.
EL Mulá le dijo a su esposa:; "Querida, recuérdame que debo enfurecerme más a menudo; así, la vida valdríarealmente la pena".
Esta silla no existe
El profesor de filosofía tras entrar a su clase y colocar la silla sobre la mesa, dice: -Usen todo lo aplicable que han aprendido en este curso, para probarme satisfactoriamente que ésta silla no existe.
Entonces, con lápices y gomas de borrar, los estudiantes se lanzaron a sus épicos ensayos para demostrar que “ésta silla no existe”.
El joven Nasrudin, tras dejar escrita su respuesta, a los 30 segundos se levanta y ante el asombro de sus compañeros y del profesor, entrega su hoja y regresa a su asiento.
El día de la entrega de las calificaciones, Nasrudin, el estudiante que escribió su respuesta en 30 segundos, fue el que recibió el puntaje más alto de la clase.
Su respuesta fue: ¿Qué silla?.
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Estaba viajando, con un compañero, a través del desierto de Gobi, y hacia mucho calor; andaban muy escasos de agua, hasta que llegó el momento en que solamente les quedó una botella de agua. Ambos estaban terriblemente sedientos, tenian las bocas secas y estaban casi alucinando. Entonces, decidieron irse a dormir muy pronto, levantarse muy temprano a la mañana y compartir al día siguiente la última botella de agua antes de intentar llegar al próximo oasis.
Ambos se despertaron temprano a la mañana siguiente y el compañero de Nasrudín descubrió que la botella estaba vacía. Como tenía la garganta tan seca, le graznó a Nasrudín:
- ¿Por qué terminaste el agua? ¿Cómo pudiste hacer algo así?
Nasrudín dijo:
- Tú no sabes que ambos somos derviches, y que hemos jurado seguir las órdenes de nuestros maestros. Anoche tuve un sueño. En esta visión, Mevlana Rumi me dijo: "Nasrudín, bebe tu agua, toma tu parte ahora".
Entonces, el otro derviche le dijo:
- Sí, pero él dijo, bebe tu parte, tu porción del agua... ¿Por qué terminaste toda la botella?
Y Nasrudín dijo:
- Bueno, es obvio, mi parte era la mitad inferior de la botella.
El costo de aprenderNasrudín decidió que podía beneficiarse aprendiendo algo nuevo y fue a visitar a un renombrado maestro de música:
- ¿Cuánto cobra usted para enseñarme a tocar la flauta? - preguntó Nasrudín.
- Tres piezas de plata el primer mes; después una pieza de plata por mes - contestó el maestro.
-¡Perfecto! - dijo Nasrudín; - comenzaré en el segundo mes.
La mujer perfecta
Nasrudin conversaba con un amigo.
- Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte?
- Sí pensé -respondió Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.
Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.
- ¿Y por qué no te casaste con ella?
- ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.
Las aparienciasCuenta el sufi Mula Nasrudin que cierta vez asistió a una casa de baños pobremente vestido, y lo trataron de regular a mal y ya para salir dejó una moneda de oro de propina.
A la semana siguiente fue ricamente vestido y se desvivieron para atenderlo...y dejó una moneda de cobre, diciendo:
-Esta es la propina por el trato de la semana pasada y la de la semana pasada, por el trato de hoy.
¿A dónde ir?- La gente preguntó al Mula Nasrudín "¿Dónde debemos ir en una procesión fúnebre, al frente, en la parte trasera, o al lado?"
Nasrudin contestó:
"¡No importa donde vayas, mientras no vayas dentro del ataúd!"
Gratitud
Cierto día, mientras Nasrudin trabajaba en su granja, una espina penetró su pie. Increíblemente él dijo: "¡Gracias Dios mío, gracias!" y prosiguió:
“¡Es una bendición que el día de hoy no estuviese con mis zapatos nuevos!"
Una capa pesadaUna noche la gente oyó un ruido espantoso que provenía de la casa de Nasrudin. A la mañana siguiente y apenas se levantaron lo fueron a visitar y le preguntaron: "¿Qué fue todo ese ruido?". "Mi capa cayo al suelo". Respondió Nasrudín.
Pero: "¿Una capa puede hacer tal ruido?" Le cuestionaron:
"Por supuesto, sí usted está dentro de ella, como yo lo estaba"
Sacarse el ojo doloridoBasándose en los informes que le habían dado a él, el Califa nombró a Nasrudin Consejero Mayor de la Corte y puesto que su autoridad no le provenía de su propia competencia sino del patronazgo del Califa, Nasrudin se convirtió en un peligro para todos cuantos acudían a consultarle, como se evidenció en le siguiente caso:
“Nasrudin tú que eres un hombre de experiencia”, le dijo un cortesano, "¿conoces algún remedio para el dolor de ojos? Te lo pregunto porque a mi me duelen tremendamente”
“Permíteme que comparta contigo mi experiencia”, le dijo Nasrudin. “En cierta ocasión tuve un dolor de muelas, y no encontré alivio hasta que me las hice sacar.”
La Sopa de PatoCierto día, un campesino fue a visitar a Nasrudin, atraído por la gran fama de éste y deseoso de ver de cerca al hombre mas ilustre del país. Le llevó como regalo un magnífico pato. El Mula, muy honrado, invitó al hombre a cenar y pernoctar en su casa. Comieron una exquisita sopa preparada con el pato.
A la mañana siguiente, el campesino regresó a su campiña, feliz de haber pasado algunas horas con un personaje tan importante. Algunos días más tarde, los hijos de este campesino fueron a la ciudad y a su regreso pasaron por la casa de Nasrudin. - Somos los hijos del hombre que le regaló un pato - se presentaron. Fueron recibidos y agasajados con sopa de pato.
Una semana después, dos jóvenes llamaron a la puerta del Mula. - ¿Quiénes son ustedes? - Somos los vecinos del hombre que le regaló un pato. El Mula empezó a lamentar haber aceptado aquel pato. Sin embargo, puso al mal tiempo buena cara e invitó a sus huéspedes a comer.
A los ocho días, una familia completa pidió hospitalidad al Mula. - Y ustedes ¿quiénes son? - Somos los vecinos de los vecinos del hombre que le regaló un pato. Entonces el Mula hizo como si se alegrara y los invito al comedor. Al cabo de un rato, apareció con una enorme sopera llena de agua caliente y llenó cuidadosamente los tazones de sus invitados. Luego de probar el líquido, uno de ellos exclamó: - Pero... ¿qué es esto, noble señor? ¡Por Alá que nunca habíamos visto una sopa tan desabrida! Mula Nasrudin se limito a responder: - Esta es la sopa de la sopa de la sopa de pato que con gusto les ofrezco a ustedes, los vecinos de los vecinos de los vecinos del hombre que me regaló el pato.
Los granjeros...
a los que se les daban bien los números.
De entre todos los pueblos que el mula Nasrudin visitó en sus viajes, había uno que era especialmente famoso porque a sus habitantes se les daban muy bien los números. Nasrudin encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana siguiente se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada mañana, alguien de cada familia del pueblo cargaba uno o dos burros con garrafas de agua vacías y se iban a un riachuelo que estaba a una hora de camino, llenaban las garrafas y las llevaban de vuelta al pueblo, lo que les llevaba otra hora más.
"¿No sería mejor si tuvieran agua en el pueblo?", preguntó Nasrudin al granjero de la casa en la que se alojaba. "¡Por supuesto que sería mucho mejor!", dijo el granjero. "El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo para un burro y un chico que lleva el burro. Eso hace al año mil cuatrocientas sesenta horas, si cuentas las horas del burro como las horas del chico. Pero si el burro y el chico estuvieran trabajando en el campo todo ese tiempo, yo podría, por ejemplo, plantar todo un campo de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete calabazas más cada año."
"Veo que lo tienes todo bien calculado", dijo Nasrudin admirado. "¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el agua al río?" "¡Eso no es tan simple!", dijo el granjero. "En el camino hay una colina que deberíamos atravesar. Si pusiera a mi burro y a mi chico a construir un canal en vez de enviarlos por el agua, les llevaría quinientos años si trabajasen dos horas al día. Al menos me quedan otros treinta años más de vida, así que me es más barato enviarles por el agua."
"Sí, ¿pero es que serías tú el único responsable de construir un canal? Son muchas familias en el pueblo."
"Claro que sí", dijo el granjero. "Hay cien familias en el pueblo. Si cada familia enviase cada día dos horas un burro y un chico, el canal estaría hecho en cinco años. Y si trabajasen diez horas al día, estaría acabado un año."
"Entonces, ¿por qué no se lo comentas a tus vecinos y les sugieres que todos juntos construyáis el canal?
"Mira, si yo tengo que hablar de cosas importantes con un vecino, tengo que invitarle a mi casa, ofrecerle té y halva, hablar con él del tiempo y de la nueva cosecha, luego de su familia, sus hijos, sus hijas, sus nietos. Después le tengo que dar de comer y después de comer otro té y él tiene que preguntarme entonces sobre mi granja y sobre mi familia para finalmente llegar con tranquilidad al tema y tratarlo con cautela. Eso lleva un día entero. Como somos cien familias en el pueblo, tendría que hablar con noventa y nueve cabezas de familia. Estarás de acuerdo conmigo que yo no puedo estar noventa y nueve días seguidos discutiendo con los vecinos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo que podría hacer sería invitar a un vecino a mi casa por semana. Como un año tiene sólo cincuenta y dos semanas, eso significa que me llevaría casi dos años hablar con mis vecinos. Conociendo a mis vecinos como les conozco, te aseguro que todos estarían de acuerdo con hacer llegar el agua al pueblo, porque todos ellos son buenos con los números. Y como les conozco, te digo, que cada uno prometería participar si los otros participasen también. Entonces, después de dos años, tendría que volver a empezar otra vez desde el principio, invitándoles de nuevo a mi casa y diciéndoles que todos están dispuestos a participar." "Vale", dijo Nasrudin, "pero entonces en cuatro años estarías preparados para comenzar el trabajo. ¡Y al año siguiente, el canal estaría construido!"
"Hay otro problema", dijo el granjero. "Estarás de acuerdo conmigo que una vez que el canal esté construido, cualquiera podrá ir por agua, tanto como si ha o no contribuido con su parte de trabajo correspondiente."
"Lo entiendo", dijo Nasrudin . "Incluso si quisierais, no podríais vigilar todo el canal."
"Pues no", dijo el granjero. "Cualquier caradura que se hubiera librado de trabajar, se beneficiaría de la misma manera que los demás y sin coste alguno."
"Tengo que admitir que tienes razón", dijo Nasrudin.
"Así que como a cada uno de nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escabullirnos. Un día el burro no tendrá fuerzas, el otro el chico de alguien tendrá tos, otro la mujer de alguien estará enferma, y el niño, el burro tendrán que ir a buscar al médico.
Como a nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escurrirnos el bulto. Y como cada uno de nosotros sabe que los demás no harán lo que deben, ninguno mandará a su burro o a su chico a trabajar. Así, la construcción del canal ni siquiera se empezará."
"Tengo que reconocer que tus razones suenan muy convincentes", dijo Nasrudin. Se quedó pensativo por un momento, pero de repente exclamó: "Conozco un pueblo al otro lado de la montaña que tiene el mismo problema que ustedes tienen. Pero ellos tienen un canal desde hace ya veinte años."
"Efectivamente", dijo el granjero, "pero a ellos no se les dan bien los números."
¿Saben de qué les voy a hablar?
Esta historia comienza cuando Nasrudin llega a un pequeño pueblo en algún lugar lejano de Medio Oriente.
Era la primera vez que estaba en ese pueblo y una multitud se había reunido en un auditorio para escucharlo. Nasrudin, que en verdad no sabia que decir, porque él sabía que nada sabía, se propuso improvisar algo y así intentar salir del atolladero en el que se encontraba.
Entró muy seguro y se paró frente a la gente. Abrió las manos y dijo:
-Supongo que si ustedes están aquí, ya sabrán que es lo que yo tengo para decirles.
La gente dijo:
-No... ¿Qué es lo que tienes para decirnos? No lo sabemos ¡Háblanos! ¡Queremos escucharte!
Nasrudin contestó:
-Si ustedes vinieron hasta aquí sin saber que es lo que yo vengo a decirles, entonces no están preparados para escucharlo.
Dicho esto, se levantó y se fue.
La gente se quedó sorprendida. Todos habían venido esa mañana para escucharlo y el hombre se iba simplemente diciéndoles eso. Habría sido un fracaso total si no fuera porque uno de los presentes -nunca falta uno- mientras Nasrudin se alejaba, dijo en voz alta:
-¡Qué inteligente!
Y como siempre sucede, cuando uno no entiende nada y otro dice "¡qué inteligente!", para no sentirse un idiota uno repite: "¡si, claro, qué inteligente!". Y entonces, todos empezaron a repetir:
-Qué inteligente.
-Qué inteligente.
Hasta que uno añadió:
-Si, qué inteligente, pero... qué breve.
Y otro agrego:
-Tiene la brevedad y la síntesis de los sabios. Porque tiene razón. ¿Cómo nosotros vamos a venir acá sin siquiera saber qué venimos a escuchar? Qué estúpidos que hemos sido. Hemos perdido una oportunidad maravillosa. Qué iluminación, qué sabiduría. Vamos a pedirle a este hombre que dé una segunda conferencia.
Entonces fueron a ver a Nasrudin. La gente había quedado tan asombrada con lo que había pasado en la primera reunión, que algunos habían empezado a decir que el conocimiento de Él era demasiado para reunirlo en una sola conferencia.
Nasrudin dijo:
-No, es justo al revés, están equivocados. Mi conocimiento apenas alcanza para una conferencia. Jamás podría dar dos.
La gente dijo:
-¡Qué humilde!
Y cuanto más Nasrudin insistía en que no tenia nada para decir, con mayor razón la gente insistía en que querían escucharlo una vez más. Finalmente, después de mucho empeño, Nasrudin accedió a dar una segunda conferencia.
Al día siguiente, el supuesto iluminado regresó al lugar de reunión, donde había más gente aún, pues todos sabían del éxito de la conferencia anterior. Nasrudin se paró frente al público e insistió con su técnica:
-Supongo que ustedes ya sabrán que he venido a decirles.
La gente estaba avisada para cuidarse de no ofender al maestro con la infantil respuesta de la anterior conferencia; así que todos dijeron:
-Si, claro, por supuesto lo sabemos. Por eso hemos venido.
Nasrudin bajó la cabeza y entonces añadió:
-Bueno, si todos ya saben qué es lo que vengo a decirles, yo no veo la necesidad de repetir.
Se levantó y se volvió a ir.
La gente se quedó estupefacta; porque aunque ahora habían dicho otra cosa, el resultado había sido exactamente el mismo. Hasta que alguien, otro alguien, gritó:
-¡Brillante!
Y cuando todos oyeron que alguien había dicho "¡brillante!", el resto comenzó a decir:
-¡Si, claro, este es el complemento de la sabiduría de la conferencia de ayer!
-Qué maravilloso
-Qué espectacular
-Qué sensacional, qué bárbaro
Hasta que alguien dijo:
-Si, pero... mucha brevedad.
-Es cierto- se quejó otro
-Capacidad de síntesis- justificó un tercero.
Y en seguida se oyó:
-Queremos más, queremos escucharlo más. ¡Queremos que este hombre nos de más de su sabiduría!
Entonces, una delegación de los notables fue a ver a Nasrudin para pedirle que diera una tercera y definitiva conferencia. Nasrudin dijo que no, que de ninguna manera; que él no tenia conocimientos para dar tres conferencias y que, además, ya tenia que regresar a su ciudad de origen.
La gente le imploró, le suplicó, le pidió una y otra vez; por sus ancestros, por su progenie, por todos los santos, por lo que fuera. Aquella persistencia lo persuadió y, finalmente, Nasrudin aceptó temblando dar la tercera y definitiva conferencia.
Por tercera vez se paró frente al publico, que ya eran multitudes, y les dijo:
-Supongo que ustedes ya sabrán de qué les voy a hablar.
Esta vez, la gente se había puesto de acuerdo: sólo el intendente del poblado contestaría. El hombre de primera fila dijo:
-Algunos si y otros no.
En ese momento, un largo silencio estremeció al auditorio. Todos, incluso los jóvenes, siguieron a Nasrudin con la mirada.
Entonces el maestro respondió:
-En ese caso, los que saben... cuéntenles a los que no saben.
Se levantó y se fue.
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Todos los días nasrudin iba a mendigar al mercado, y a la gente le encantaba verlo hacer el papel de tonto con el siguiente truco: le mostraban dos monedas, una que valía diez veces más que la otra. Nasrudim siempre elegía la de menor valor.
La historia corrió por el condado. Día tras día, grupos de hombres y mujeres le mostraban las dos monedas, y Nasrudim siempre se quedaba con la de menor valor.
Hasta que apareció un señor generoso, cansado de ver cómo ridiculizaban a Nasrudin de esa manera. Lo llamó a un rincón de la plaza y le dijo:
- Cuando le ofrezcan dos monedas, elija la de mayor valor. Así tendrá más dinero, y los demás no lo considerarán un idiota.
- El señor parece tener razón -respondió Nasrudin. -Pero si yo eligiera la moneda más valiosa, las personas dejarían de ofrecerme dinero para demostrar que soy más idiota que ellas. Usted no sabe cuánto dinero tengo reunido, usando este truco.
“No tiene nada de malo pasar por tonto, si en verdad lo que uno hace es inteligente”.
EL CONTRABANDISTA
Nasrudin solía cruzar la frontera todos los días, con las cestas de su asno cargadas de paja. Como admitía ser un contrabandista cuando volvía a casa por las noches, los guardas de la frontera le registraban una y otra vez. Registraban su persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en cuando.
Mientras tanto, la prosperidad de Nasrudin aumentaba visiblemente.
Un dia se retiro y fue a vivir a otro país, donde, unos años mas tarde, le encontró uno de los aduaneros.
- Ahora me lo puedes decir, Nasrudin, ¿Que pasabas de contrabando, que nunca pudimos descubrirlo?
- Asnos - contesto Nasrudin.
El hecho de que la persona media piense según unas pautas determinadas y no pueda adaptarse a un punto de vista muy diferente, le hace perder gran parte del sentido de la vida. Puede vivir, incluso progresar, pero no puede comprender lo que ocurre.
EL OSO
Un rey que gustaba de la compania de Nasrudin, y también de la caza, le ordeno que le acompañara en la caza del oso. Nasrudin estaba aterrado.
Cuando Nasrudin volvió a su aldea, alguien le pregunto: - ¿Como fue la caza?
- Maravillosamente.
- ¿Cuantos osos viste?
- Ninguno.
- Entonces, ¿por que dices que fue maravillosamente?
- Cuando estas cazando osos, y tu eres yo, no ver ningún oso es una experiencia maravillosa.
Las normas del bien y del mal dependen de criterios individuales o de grupos y no de hechos objetivos. Hasta que experimentemos esto internamente y lo aceptemos intelectualmente, no seremos capaces de la comprensión interna.
El sufismo niega la suposición de que el mero hecho de vivir nos hace perceptivos. Un hombre puede estar clinicamente vivo y perceptivamente muerto. La lógica y la filosofía no le ayudaran a alcanzar la percepción.
Un aspecto del siguiente relato lo pone de manifiesto :
El Mulla estaba pensando en voz alta.
- ¿Como se si estoy vivo o muerto?
- No seas necio - dijo su esposa - si estuvieras muerto, tus miembros estarían fríos.
Poco tiempo después, Nasrudin se encontraba en el bosque cortando leña. Era pleno invierno. De repente se dio cuenta de que tenia fríos las manos y los pies.
Indudablemente estoy muerto - pensó - de modo que debo interrumpir mi trabajo. Los cadáveres no van por ahi caminando, se tendió sobre la hierba.
Pronto llego una manada de lobos y empezó a atacar al asno de Nasrudin, que estaba atado a un árbol.
- Vamos, continuad, aprovechaos de un hombre muerto - dijo Nasrudin sin moverse - pero si estuviera vivo, no os permitiría estas libertades con mi asno !
NASRUDÍN VISITA LA INDIA
El célebre y contradictorio personaje sufí Mulla Nasrudín visitó la India. Llegó a Calcuta y comenzó a pasear por una de sus abigarradas calles. De repente vio a un hombre que estaba en cuclillas vendiendo lo que Nasrudín creyó que eran dulces, aunque en realidad se trataba de chiles picantes. Nasrudín era muy goloso y compró una gran cantidad de los supuestos dulces, dispuesto a darse un gran atracón. Estaba muy contento, se sentó en un parque y comenzó a comer chiles a dos carrillos. Nada más morder el primero de los chiles sintió fuego en el paladar. Eran tan picantes aquellos “dulces” que se le puso roja la punta de la nariz y comenzó a soltar lágrimas hasta los pies. No obstante, Nasrudín continuaba llevándose sin parar los chiles a la boca.
Estornudaba, lloraba, hacía muecas de malestar, pero seguía devorando los chiles. Asombrado, un paseante se aproximó a él y le dijo:
--Amigo, ¿no sabe que los chiles sólo se comen en pequeñas cantidades?
Casi sin poder hablar, Nasrudín comento:
--Buen hombre, créeme, yo pensaba que estaba comprando dulces.
Pero Nasrudín seguía comiendo chiles. El paseante dijo:
--Bueno, está bien, pero ahora ya sabes que no son dulces. ¿Por qué sigues comiéndolos?
Entre toses y sollozos, Nasrudín dijo: --Ya que he invertido en ellos mi dinero, no los voy a tirar.
Tiranía de la mayoría
En cierto momento de su vida, la población entera de su pueblo estaba ya harta de las bromas y confusiones de Nasrudín.
Fueron todos ante el magistrado, y éste dictó una orden:
- Nasrudín, por voluntad de la gente, tengo que declarar que debes abandonar el pueblo.
- ¿Es por unanimidad? – preguntó el Maestro.
- Sí, me temo que es así.
- Entonces me niego a irme. Hay una gran cantidad de ellos y solamente uno solo de mí. Si a ellos no les gusta el pueblo tal como es, pueden irse y construir otro. Pero yo, un solo individuo, ¿cómo podría siquiera empezar a construir una pequeña casa para mí en otra parte?.
La reunión para las elecciones
Sucedió antes de las elecciones. El pueblo había invitado a todos los candidatos para que hablaran ante los ciudadanos reunidos en la plaza pública.
Nasrudín fue invitado a divertir a la gente, en su calidad de personaje exótico.
Después de que los tres candidatos terminaron sus discursos, el Maestro subió a la plataforma y dijo:
- He venido aquí para ofrecerles a ustedes mi propia receta especial. Apúntenla y pruébenla.
Luego dijo que había que hervir cierta cantidad de miel, ajo y pescado, todo junto. Después de lo cual, estaba listo para comerse.
Un número considerable de gente probó la receta. El sabor era nauseabundo. Varias de estas personas entraron furiosas en la casa de Nasrudín, con la intención de saber que se había propuesto con semejante broma.
- Bueno – dijo Nasrudín – Yo no dije que a mi me gustara ese guiso, que en realidad nunca he probado. Pero a mí me pareció una idea tan buena, que quise averiguar si daba buen resultado. ¿No es eso lo que hacen los candidatos para ganar la elección?
Por eso lo aprecian
- Nunca le des a nadie de inmediato lo que te pida, sino hasta que haya pasado por lo menos un día, - dijo Nasrudín.
- ¿Por qué no maestro?
- La experiencia nos demuestra que la gente solo aprecia algo cuando ha tenido antes la oportunidad de dudar de si lo obtendrá o no.
Los requisitos correctos
Alguien le preguntó a Nasrudin: - ¿Es posible que un hombre de 100 años tenga un hijo?
-Sí, - contestó Nasrudin- siempre y cuando tenga un cómplice, digamos, que esté en sus veintes o treintas.
Gris y blanco
Nasrudin cuando era un niño, le preguntó a su papá:
-¿Por qué tienes el pelo gris?
- Nasrudin, porque los niños que hacen preguntas impertinentes hacen que el pelo de un hombre se vuelva blanco.
- Ya veo- dijo el Maestro-. Eso explica por qué el pelo de tu propio padre es del color de la nieve.
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Al Mulá Nasrudin se le vió un día caminando penosamente con sus zapatos colgados de los cordones alrededor de su cuello.
El hombre que vió esto, al pasar, dijo:
- Hola, Nasrudín ¿por qué no te calzas los zapatos?
- ¡Qué! - dijo Nasrudín -; ¿y gastarlos?
Un poco mas tarde, un clavo le perforó un pie.
- Gracias a Dios que he mantenido mis zapatos a salvo - se dijo el Mulá a sí mismo.
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Nasrudin estaba sin trabajo y preguntó a algunos amigos a qué profesión podía dedicarse. Ellos le dijeron: - Bueno, Nasrudín, tú eres muy capaz y sabes mucho sobre las propiedades medicinales de las hierbas. - Podrías abrir una farmacia.
Se fue a casa, pensó en ello y dijo: - Sí, es una buena idea, creo que soy capaz de ser farmacéutico. Claro que Nasrudín estaba pasando por uno de esos momentos en los que deseaba ser muy prominente y muy importante. Se dijo: - No voy a abrir solamente un herbolario o una farmacia que se ocupe de hierbas. - Voy a abrir algo enorme y a producir un impacto significativo. Compró una tienda, instaló las estanterías y vitrinas, y cuando llegó el momento de pintar el exterior colocó un andamio, lo cubrió con sábanas y trabajó detrás de él.
No le dejó ver a nadie qué nombre le iba a poner a la farmacia, ni cómo estaba pintando el exterior.Después de varios días, distribuyó folletos que decían: “La gran inauguración es mañana a las nueve“. Todas las personas del pueblo y de los pueblos de los alrededores vinieron y se quedaron de pie esperando frente a la nueva tienda.
A las nueve en punto salió Nasrudín, y con gesto teatral quitó la sábana que cubría la fachada de la tienda, y había allí un enorme cartel que decía “Farmacia cósmica y galáctica de Nasrudin“, y debajo, con letras más pequeñas: “Armonizada con influencias planetarias“.
Muchas personas quedaron muy impresionadas, y él hizo muy buenos negocios ese día.
Por la tarde, el maestro de la escuela local fue y le dijo: - Francamente, Nasrudín, esas afirmaciones que usted hace son un poco dudosas. -
No, no, – dijo Nasrudín - Todas las afirmaciones que hago acerca de influencias planetarias son absolutamente ciertas.
- Cuando el sol se levanta, abro la farmacia .. - .. y cuando el sol se pone, la cierro.
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Cuando Nasrudin tenía una tintoreria, vino un cliente que le dijo:
- Podrías teñirme este vestido?
- ¿De qué color lo quieres?
- Ah, nada complicado, pero que no sea ni rojo, ni verde, ni blanco, ni negro, ni amarillo, ni lila. Bien, ya me entiendes, no querría ningún color conocido, pero fuera de esto, nada especial. ¿Me lo puedes hacer?
- ¡Claro que si, hombre! Pasa a recogerlo cuando quieras, pero que no sea ni lunes, ni martes, tampoco miércoles, ni jueves y menos viernes. ¡Ah! Y el sábado y domingo esta cerrado. Fuera de esto, ya lo sabes, siempre y cuando quieras.
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