viernes, 21 de septiembre de 2012

DIRIGIDA A LAS AMPA, COLEGIOS E INSTITUTOS, 
OS OFRECEMOS LA SIGUIENTE CHARLA O TALLER:
 
 

LA SEXUALIDAD JUVENIL:

UNA ASIGNATURA PENDIENTE, UNA RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

La adolescencia y la juventud constituyen un período de grandes cambios en el
crecimiento, en la vida familiar, en los estudios o en el trabajo. La propia persona y el
entorno cambian profundamente y muy deprisa. Estos cambios, junto con las decisiones
relacionales y vocacionales que tienen que tomar acaban adquiriendo una importancia
decisiva en sus vidas.
La población juvenil es considerada en general como un sector poblacional sano, lo
que indica un concepto de salud muy restrictivo que persigue, únicamente, la ausencia de
enfermedad. Por el contrario, si concebimos la promoción de la salud como el desarrollo
de las capacidades de la persona tendentes a alcanzar el bienestar físico, emocional y social,
nos daremos cuenta de que la población juvenil es un sector muy crítico al que deberíamos
prestar las mayores atenciones.
El período de profundas y radicales transformaciones que supone la adolescencia
propicia con frecuencia estados de desconcierto, confusión y ansiedad vital. Otro aspecto
significativo es la importancia que tiene la atracción por el riesgo en el proceso de
socialización de los jóvenes (sobre todo de los varones). Esto, unido a algunas
características propias de la edad (la inmediatez de la experiencia vital, cierto ideal
romántico, la dificultad para pensar en clave de probabilidad y a medio plazo, etc.) hace que
sean muchas las prácticas de riesgo que amenazan la salud de los y las jóvenes (consumo
de alcohol, tabaco y otras drogas, embarazos no deseados, ETS y SIDA, anorexia y
bulimia, accidentes de tráfico, etc.).
Por otra parte, la adolescencia y la juventud, en ese tránsito al mundo adulto,
suponen un período prolijo en lo que respecta a la exploración de sus capacidades y
habilidades, la adquisición de nuevos valores y actitudes, la experimentación de la
autonomía y la toma de decisiones, etc. Este intenso aprendizaje convierte esta etapa de la
vida en esencial para la adquisición de hábitos y conductas saludables.
En el transcurso de la adolescencia y la juventud cobra una relevancia primordial el
desarrollo sexual. El proceso de sexuación experimentado marcará de manera definitiva la
forma de estar en el mundo tanto en hombres como en mujeres, el modo de relacionarnos
con las personas así como la experiencia emocional y subjetiva del deseo sexual. Las
vivencias de la sexualidad en este período están marcadas por la confusión sobre lo que
pueden hacer o no. Por un lado, han de reconsiderar la nueva imagen de su cuerpo sexuado
enfrentándose a la fuerte presión de los estereotipos de belleza, y tienen que afrontar las
distintas posibilidades y necesidades sexuales y afectivas que se les plantean. Por otro lado,
los mensajes que reciben son con frecuencia contradictorios. Esto contribuye a que vivan
su sexualidad con escasas habilidades para disfrutarla de forma gratificante y saludable.
En España casi todas las personas comprendidas entre 15-19 años afirman haber
tenido algún tipo de experiencia sexual, siendo los 16,5 años la edad promedio de inicio de
la relación sexual coital. Muchas de estas relaciones se realizan sin planificar y, por tanto,
sin usar métodos para el control de la reproducción o para evitar posibles contagios de
enfermedades de transmisión sexual (sólo el 58% de las personas encuestadas utiliza algún
método).
Mientras tanto, nuestra sociedad, por un lado sobreestimula y es permisiva con las
personas adolescentes y jóvenes y, por otro, no acepta que sean sexualmente activas. En la
práctica, ni las familias, ni los sistemas educativo, sanitario y de los servicios sociales
ofrecemos la cobertura necesaria para capacitarlas en la toma de decisiones responsable en
torno a su sexualidad, abandonándolas, en consecuencia, a su suerte. El resultado es que su
acceso a las vivencias sexuales se da, en numerosos casos, en condiciones de grave riesgo,
como la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce.
Aceptar que adolescentes y jóvenes pueden ser sexualmente activos y ofrecerles
los medios educativos y asistenciales para que puedan vivir su sexualidad sin riesgo,
contribuiría a la solución de este grave problema. No se trata de suprimir libertades, sino de
ofrecer herramientas a la población adolescente y juvenil para que sepa manejarse con éxito
en este mundo de libertades.
La sexualidad es una fuente de posibilidades maravillosas de placer, comunicación,
reproducción, ternura y afecto, que puede vivirse de forma frustrante y llena de riesgos o
sin riesgos y plena de sentido personal y relacional.
Las y los adolescentes y jóvenes toman, de hecho, decisiones importantes sobre su
sexualidad; y éstas pueden mejorar, ser más responsables y felices con la información
necesaria y una actitud positiva frente a la sexualidad; si se conocen y tienen una adecuada
autoestima, si aceptan su propia sexualidad y la responsabilidad que conlleva la relación
sexual, si poseen suficientes habilidades de comunicación y resolución de problemas, si
saben lo que valoran en la vida y toman decisiones sobre sus relaciones sexuales, si
disponen de los recursos necesarios y conocen los de la comunidad en la que viven.
En consecuencia, la optimización de las relaciones afectivo-sexuales como fuente
de salud implica el desarrollo de programas educativos encaminados a que la sexualidad sea
vivida de forma plena, responsable y enriquecedora y exige la oferta a las y los jóvenes de
programas asistenciales específicos. Esta tarea es una responsabilidad compartida y en ella
han de estar implicados la población juvenil, las y los profesionales del campo educativo,
sanitario y social, así como las propias familias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario