jueves, 19 de febrero de 2015

Reflexiones para el desarrollo personal, por Miguel Ángel Reche








Si quieres conocer el pasado, entonces mira tu presente que es el resultado. Si quieres conocer tu futuro mira tu presente que es la causa - Buda.







LA PALABRA DE GURDJIEFF

«El trabajo en uno mismo» debe iniciarse con la observación de los centros; se debe intentar reconocerlos y, luego controlarlos. Es conveniente empezar por el centro motor. Si intentamos frotarnos el
estómago con una mano y darnos golpecitos en la cabeza con la otra, es fácil comprobar que nuestras manos quieren hacer el mismo movimiento.
Sin embargo, con entrenamiento puede lograrse que actúen por separado. De hecho, con un poco de práctica es posible llevar a cabo movimientos muy distintos con ambas manos, con los pies y con la cabeza, todos a un tiempo. Las «danzas» de Gurdjieff tenían por objetivo básico el control del «centro motor». En efecto, eran un intento de borrar reflejos condicionados y volver a programar el robot.
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Con todo, hay puntos en los que no se puede aceptar sin más su opinión. Ouspensky, por ejemplo, pregunta si existe vida después de la muerte; Gurdjieff responde que la mayor parte de las personas no posee un «núcleo duro» que sobreviva a la muerte. Sólo un esfuerzo intenso con uno mismo puede hacer al hombre capaz de sobrevivir a la muerte. Ouspensky pregunta por el «cuerpo astral»; Gurdjieff responde que éste sólo puede desarrollarse mediante un trabajo intenso.
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Un día, en Moscú, hablaba con G. acerca de Londres, adonde había estado algunos meses atrás por corto tiempo. Le hablaba de la terrible mecanización que invadía las grandes ciudades europeas y sin la cual era probablemente imposible vivir y trabajar en el torbellino de estos enormes “juguetes mecánicos”.

—La gente se está convirtiendo en máquinas, dije, y no me cabe duda que un día se convertirán en máquinas perfectas. ¿Pero son capaces todavía de pensar? No lo creo. Si trataran de pensar, no serían tan buenas máquinas.

—Sí, contestó G., es cierto, pero sólo en parte. La verdadera pregunta es ésta: ¿de qué mente se sirven en su trabajo? Si usan la mente adecuada, podrán pensar aún mejor en su vida activa en medio de las máquinas. Pero una vez más, con la condición de que usen la mente adecuada.”

No comprendí lo que G. quería decir por “mente adecuada” y sólo mucho más tarde llegué a comprenderlo.

—En segundo lugar, continuó él, la mecanización de que usted habla no es peligrosa en absoluto. Un hombre puede ser un hombre —recalcó esta palabra— aun trabajando con máquinas. Hay otra clase de mecanización muchísimo más peligrosa: ser uno mismo una máquina. ¿Nunca ha pensado usted en el hecho de que todos los hombres son ellos mismos máquinas?

—Sí, dije, desde un punto de vista estrictamente científico todos los hombres son máquinas gobernadas por influencias exteriores. Pero la cuestión está en saber si se puede aceptar totalmente el punto de vista científico.

—Científico o no científico, me da lo mismo, dijo G. Quiero que comprenda lo que digo.

¡Mire! Toda esa gente que usted ve —señaló la calle— son simplemente máquinas, nada más.

—Creo comprender lo que usted quiere decir, dije. Y a menudo he pensado cuan pocos son en el mundo los que pueden resistir a esta forma de mecanización y elegir su propio camino.

— ¡Este es justamente su más grave error! dijo G. Usted cree que algo puede escoger su propio camino o resistir a la mecanización; usted cree que todo no es igualmente mecánico.

— ¡Pero por supuesto que no! exclamé yo. El arte, la poesía, el pensamiento, son fenómenos de un orden totalmente distinto.

—Exactamente del mismo orden, Estas actividades son exactamente tan mecánicas como todas las demás. Los hombres son máquinas, y de las máquinas no puede esperarse otra cosa que acciones mecánicas.

—Muy bien, le dije, pero ¿no hay quienes no sean máquinas?

—Puede que los haya, dijo G. Pero usted no los puede ver. Usted no los conoce. Esto es lo que quiero hacerle comprender.”

No dejó de extrañarme que insistiera tanto sobre este punto. Lo que decía me parecía evidente e incontestable. Sin embargo, nunca me habían gustado las metáforas tan breves que pretenden decirlo todo. Siempre omiten las diferencias. Por mi parte, siempre había sostenido que lo más importante son las diferencias y que, para comprender las cosas, era necesario ante todo considerar los puntos en que difieren. De modo que me pareció extraño que G. insistiera tanto sobre una verdad que me parecía innegable, siempre y cuando no se hiciera de ella algo absoluto y se le reconocieran algunas excepciones.

—Las personas se asemejan muy poco entre sí, dije. Considero imposible meterlos a todos en el mismo saco. Hay salvajes, hay personas mecanizadas, hay intelectuales, hay genios.

—Nada más exacto, dijo G. Las personas son muy diferentes, pero usted ni conoce, ni puede ver la diferencia real entre ellas. Usted habla de diferencias que sencillamente no existen. Esto debe ser comprendido. Todas las personas que usted ve, que usted conoce, que usted puede llegar a conocer, son máquinas, verdaderas máquinas que solamente trabajan bajo la presión de influencias exteriores, como usted mismo lo ha dicho. Nacen máquinas y como máquinas mueren. ¿Qué tienen que ver con esto los salvajes y los intelectuales? Ahora mismo, en este preciso momento, mientras hablamos, varios millones de máquinas se esfuerzan en aniquilarse unas a otras. ¿En qué difieren, entonces? ¿Dónde están los salvajes, y dónde los intelectuales? Todos son iguales…

“Pero es posible dejar de ser máquina. Es en esto en lo que usted debería pensar y no en las distintas clases de máquinas. Por supuesto que las máquinas difieren; un automóvil es una máquina, un gramófono es una máquina y un fusil es una máquina. ¿Y esto qué cambia? Es lo mismo, siempre son máquinas.”

.....
Ha quedado grabada en mi memoria otra conversación. Le preguntaba a G. lo que debería hacer un hombre para asimilar su enseñanza.

— ¿Lo que debe hacer? exclamó como si esta pregunta lo sorprendiera. Es incapaz de hacer nada. Ante todo, él debe comprender ciertas cosas. Tiene miles de ideas falsas y de concepciones falsas, sobre todo acerca de si mismo, y si algún día quiere adquirir algo nuevo, debe comenzar por liberarse por lo menos de algunas de ellas. De otra manera lo nuevo sería construido sobre una base falsa y el resultado sería aun peor.

— ¿Cómo puede un hombre liberarse de las ideas falsas? pregunté. Dependemos de las formas de nuestra percepción. Las ideas falsas se producen debido a las formas de nuestra percepción.”

G. negó con la cabeza, y dijo:

—Nuevamente habla usted de otra cosa. Usted habla de errores que provienen de las percepciones, pero no se trata de esto. Dentro de los límites de las percepciones dadas, se puede errar en mayor o menor grado. Como ya lo he dicho, la suprema ilusión del hombre es su convicción de que puede hacer. Toda la gente piensa que puede hacer, toda la gente quiere hacer, y su primera pregunta se refiere siempre a qué es lo que tiene que hacer. Pero a decir verdad, nadie hace nada y nadie puede hacer nada. Es lo primero que hay que comprender.

Todo sucede. Todo lo que sobreviene en la vida de un hombre, todo lo que se hace a través de él, todo lo que viene de él —todo esto sucede. Y sucede exactamente como la lluvia cae porque la temperatura se ha modificado en las regiones superiores de la atmósfera, sucede como la nieve se derrite bajo los rayos del sol, como el polvo se levanta con el viento.

“El hombre es una máquina. Todo lo que hace, todas sus acciones, todas sus palabras, sus pensamientos, sentimientos, convicciones, opiniones y hábitos son el resultado de influencias exteriores, de impresiones exteriores. Por sí mismo un hombre no puede producir un solo pensamiento, una sola acción. Todo lo que dice, hace, piensa, siente, todo esto sucede. El hombre no puede descubrir nada, no puede inventar nada. Todo sucede.

“Para establecer este hecho, para comprenderlo, para convencerse de su verdad, es necesario liberarse de miles de ilusiones sobre el hombre, sobre su ser creador, sobre su capacidad de organizar conscientemente su propia vida, etc., etc. Nada de esto existe. Todo sucede: los movimientos populares, las guerras, las revoluciones, los cambios de gobierno, todo esto sucede. Y sucede exactamente de la misma manera que todo sucede en la vida del hombre como individuo. El hombre nace, vive, muere, construye casas, escribe libros, no como él lo quiere, sino como esto sucede. Todo sucede, el hombre no ama, no odia, no desea — todo esto sucede.

“Pero ningún hombre le creerá jamás si usted le dice que él no puede hacer nada. Nada se le puede decir a la gente que le sea más desagradable ni más ofensivo. Es particularmente desagradable y ofensivo porque es la verdad y porque nadie quiere conocer la verdad.

“Si usted lo comprende, nos será más fácil hablar. Pero una cosa es captar con el intelecto que el hombre no puede hacer nada, y otra es sentirlo «con toda su masa», estar realmente convencido que es así, y no olvidarlo jamás.

“Esta cuestión de hacer (G. recalcó cada vez esta palabra) hace surgir además otra cuestión. A la gente le parece siempre que los otros nunca hacen nada como debiera ser, que los demás hacen todo al revés. Invariablemente cada uno piensa que podría hacerlo mejor. Ninguno comprende, ni siente la necesidad de comprender que lo que actualmente se hace de cierta manera —y sobre todo lo que ya ha sido hecho— no puede ni podía haber sido hecho de otra manera. ¿Ha notado usted cómo hablan todos de la guerra? Cada uno tiene su propio plan y su propia teoría. Cada uno opina que no se hace nada como debería hacerse. Sin embargo, en realidad, todo se hace de la única manera posible.

Si tan sólo una cosa pudiera hacerse diferentemente, todo podría llegar a ser diferente. Y entonces quizá no hubiera habido guerra.

“Trate de comprender lo que digo: todo depende de todo, todo está relacionado, no hay nada separado. Por lo tanto, todos los acontecimientos siguen el único camino que pueden tomar.

Si la gente pudiera cambiar, todo podría cambiar. Pero son lo que son y por lo tanto las cosas también son lo que son.”

Esto era muy difícil de tragar.

— ¿No hay nada, absolutamente nada, que pueda hacerse? pregunté.

—Absolutamente nada.

— ¿Y nadie puede hacer nada? significa: ser. Si continuamos estas conversaciones, usted verá que nos servimos de un lenguaje especial y que para ser capaz de hablar entre nosotros, hay que aprender este lenguaje. No vale la pena hablar en la lengua ordinaria porque en esta lengua es imposible comprenderse. Esto le sorprende. Pero así es. Para llegar a comprender es necesario aprender otro lenguaje. En el lenguaje que habla la gente, no puede comprenderse. Usted verá más tarde por qué esto es así.

“Luego uno debe aprender a decir la verdad. Esto también le parece extraño; usted no se da cuenta que hay que aprender a decir la verdad. Le parece que bastaría desearlo o decidir hacerlo. Y yo le digo a usted que es relativamente raro que la gente diga una mentira en forma deliberada. En la mayoría de los casos creen que dicen la verdad. Y sin embargo mienten todo el tiempo, tanto cuando quieren mentir como cuando quieren decir la verdad. Mienten continuamente, se mienten a sí mismos y mienten a los demás. Como consecuencia, nadie comprende a los otros ni se comprende a sí mismo. Piénselo, ¿podría haber tantas discordias, tantos malentendidos profundos, y tanto odio hacia el punto de vista o hacia la opinión de otro, si la gente fuera capaz de comprenderse? Pero no pueden comprenderse porque no pueden dejar de mentir. Decir la verdad es la cosa más difícil del mundo; habrá que estudiar mucho y durante largo tiempo, para un día poder decir la verdad. El deseo por sí solo, no basta. Para decir la verdad, hay que llegar a ser capaz de conocer lo que es verdad y lo que es mentira, ante todo en sí mismo. Pero esto es lo que nadie quiere saber.”


El que no está cerca del poder y los lujos es limpio,
el que está cerca, pero no es contaminado por ellos, es más limpio.
El que no conoce de las maquinaciones del mundo es noble;
el que las conoce, pero no las usa, es más noble.

Hong Yin-Ming, "Cultivando las raíces de la sabiduría".



Alejandro Jodorowsky
Las ideas son como semillas, saltan de una mente a otra, pero hay muy pocos que las hacen crecer.




TESTIMONIOS DE HARTMANN

....En muchas religiones las oraciones antes de las comidas son para recordarnos dicha necesidad. Había tomado sólo cuatro cucharadas, lenta y conscientemente, que ya estaba vacía
la fuente común. El Sr. Gurdjieff paseaba usualmente entre las mesas mientras comíamos, observándolo todo. En esa oportunidad se paró a mi lado y sólo dijo: "Así, Tomás, así."
Apenas después de la llegada del grupo de Moscú, el señor Gurdjieff empezó a imponer fuertes exigencias a algunos de ellos. Muchas veces, no comprendíamos el porqué pero la
explicación se puede hallar en el principio fundamental del Trabajo de ese segundo período: tratar de permanecer con él, a pesar de todos los obstáculos, y recordar por qué vinimos a él.
El Sr. Gurdjieff requería siempre que recordáramos nuestra meta fundamental —la de despertar— aprendiendo a vencer obstáculos. Pero cuanto más adelantaba el hombre, tanto
más demandaba de él el Sr. Gurdjief...


.....Pronto empezamos una "Gimnasia Sagrada". Comenzamos con ejercicios sencillos, y luego seguimos con otros más complicados, de concentración y memoria, que absorbían la atención del hombre entero. Algunos de los ejercicios cansaban mucho y solamente los hombres los ejecutaban. El Sr. Gurdjieff siempre nos exigía el máximo en estos ejercicios, después de los
cuales solíamos caer sobre las alfombras como sacos, sin necesitar que nos recordaran relajarnos.
Había un ejercicio en el que todos los hombres tenían que caer en un solo montón y retorcerse como serpientes, en una maraña de brazos y piernas. De repente, el Sr. Gurdjieff gritaba "alto"
y sacaba a alguien aparte, para que pudiera contemplar el grupo. Creo que ningún escultor ha tenido la oportunidad de admirar las posturas hermosas, complicadas e inesperadas que
resultaban del repentino "alto".
Yo hacía la "Gimnasia Sagrada" en aquella época, porque el mismo Sr. Gurdjieff tocaba una guitarra que había pedido prestada a nuestro arrendatario. Era imposible conseguir un piano.
Él tocaba muy bien, algunas veces melodías que aprendía del método para tocar guitarra.
Luego llegó el tiempo cuando decidió ampliar el programa musical.
Entre los recién llegados, había un hombre que venía de "afuera" por iniciativa propia, y quien más tarde desempeñó un papel importante en nuestra vida. Se comportaba muy bien, era muy
modesto, y no pedía ser recibido en el Instituto. Dijo que había venido con la esperanza de encontrar en el Sr. Gurdjieff a su maestro. Era un hombre culto, joven aún, que tocaba muy
bien el violín. Me leyó su traducción de Heredia. Se había interesado en ocultismo y magia durante mucho tiempo, y me contó de un experimento que había hecho una vez con la oración
del Padre Nuestro.El Sr. Gurdjieff le permitió venir en las noches a la "Gimnasia" y luego a las conferencias. Era muy puntual, seguía siendo muy modesto y para terminar, el Sr. Gurdjieff le aceptó en el Instituto. Este hombre, Schandarovsky, debía ahora tocar el violín, un auténtico Guernarius, para la "Gimnasia". Un día, me dieron un violín y me dijeron que aprendiera a tocarlo para la noche... Jamás había tocado el violín, pero lo intenté y por la noche toqué acordes en el segundo violín.
Aunque yo era por naturaleza un músico, había pasado años en una escuela militar, y había llegado a odiar todos los ejercicios físicos que encontraba secos, fastidiosos, deprimentes y
mecánicos. Con el Sr. Gurdjieff, la "Gimnasia Sagrada" nunca era aburrida, sino completamente nueva, y sentía una finalidad vital en ella. Además había inspiración en el ambiente, durante el trabajo con él....

Cómo es posible que en tales momentos, nunca se nos haya ocurrido pensar: ¿Por qué se manifiesta el Sr. Gurdjieff en esta forma? "Les puedo alzar al Cielo en un momento, pero
Uds. pueden caer tan rápidamente como subieron", nos dijo el Sr. Gurdjieff en Essentuki, y añadió: "Si el agua no llega a los 100 grados, no está hirviendo."
De manera que en nuestro desarrollo teníamos que alcanzar el punto de ebullición por nuestra propia comprensión, de otro modo nada sería cristalizado en nosotros; al faltar un solo grado,
caeríamos de nuevo.Empezamos también a comprender mejor los papeles de la personalidad y de la esencia. El Sr. Gurdjieff decía con frecuencia: "Lo que es bueno para la personalidad, es malo para la esencia." Al mismo tiempo, nunca buscaba destruir nada en un hombre, sino poner todo en su sitio. Bajo la máscara de una mala personalidad, el Sr. Gurdjieff se convertía en nuestro
tentador. El verdadero sentido de tentación viene de escuelas donde ha sido creado para el Trabajo. A través de tal Trabajo, la esencia de un hombre puede ser desarrollada en una
escuela bajo la dirección de un maestro: cuando se hace sufrir la personalidad, esto produce un "fermento", y uno no debe evitar tal sufrimiento, porque este "fermento", esta "chispa",
este "fuego" alimenta la esencia.









El buscador de la Verdad

A un visitante que a sí mismo se definía como buscador de la verdad le dijo el Maestro:

- Si lo que buscas es la Verdad, hay algo que es preciso que tengas presente por encima de todo.
- Ya lo sé, una irresistible pasión por ella … -dijo el visitante-
- No, una incesante disposición a reconocer que puedes estar equivocado …-le respondió el maestro.

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